Llegamos a Jaimanitas
bajo el sol del medio día, la peor hora del mundo para filmar. No sabíamos exactamente
donde quedaba su casa pero dejamos que los colores nos guiaran.
Aquel era un pueblo pequeño, de esos en los que todo el
mundo se conoce. Parecía sacado de un cuento para niños, una versión cubana de la
casita de caramelos de Hansel y Gretel.
Su casa era impresionante, pero no de la manera imaginada. Un
mundo multicolor, donde confluía humor, arte e historia; un mundo hecho con la
manos, pensado para maravillar.
Y ahí, en medio de todo, coloquial, diáfano, cercano… descubrimos a Fuster.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario